La casa grande
"Como Sherezade salvó la vida contando historias, Así salvo yo la mía o la mantengo a fuerza de escribir."
Kierkegaard
A ella
El lenguaje de mi alma
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A ella la quise, con toda la inocencia
De mi primer amor.
Pues desde que vi sus ojos que con tal cariño
Me miraban, inmediatamente supe que era la mía,
Que no existiría otra para mí, ni en todo los
Otros lugares de la tierra;
Parecía haber esperado mucho tiempo para verme,
Puesto que lanzó sus brazos sobre mí,
Y no advirtiendo de las miradas de la gente,
Ella y yo la ignoramos por completo;
Para mí sólo ese día si no mucho tiempo después
Existía y nadie más.
Hemos convivido mucho tiempo, desde aquel día
Y su corazón
Aún está aferrado al mío, y creo con toda seguridad
Que hasta que la voluntad de Dios nos separe;
En algunas ocasiones se enoja por no comer lo que me prepara
Con tanto esmero y dedicación por hacerme saber cuánto
Me ama, también le disgusta que me quede fuera de casa,
Siempre quiere tener a su lado.
Gracias Dios por darme una mujer como la que tengo,
Y que me quiere tanto como yo la amo a ella.
¿saben? Me enseño hablar educadamente con mis primeros fonemas
y a decir ¡MAMA!
Conozco el lenguaje de mi alma,
La manera como expresa lo que habita en sus recónditos espacios,
Mi cuerpo la oculta porque ella no se quiere dejar ver,
A veces siento vergüenza por su timidez
Y otras tanta fuerza para hablar que paradójicamente calla
Y enmudece a la vez que grita por mis sentidos
Hasta ensordecer el silencio
que en este preciso instante ha dejado de existir entre los dos,
y recorre deslizándose por mi mejilla
el mensaje que ha deseado aflorar y
que sólo por este lenguaje no desea ocultar.
Mi alma sabe hablar, sabe leer y escribir.
Un día fue a la escuela y se enamoró de su maestro,
Entonces, olvidó sus ojos,
Desde ese día hasta ahora
Mira por los míos.