La adversidad y algunos rostros del Covid-19
- WILSON MAPE VANEGAS
- 23 abr 2020
- 7 Min. de lectura
“Tan eficaz fue la cuarentena, que llegó el día en que la situación de emergencia se tuvo como cosa natural, y se organizó la vida de tal modo que el trabajo recobró su ritmo y nadie volvió a preocuparse por la inútil costumbre de dormir.”
Gabriel García Márquez – Cien años de soledad

Los seres humanos necesitamos encontrarle sentido a todo lo que nos sucede, porque no es suficiente con – darle - un mero significado. Y aquí estamos, tratando de cuidarnos y de cuidar a nuestros seres queridos, a la vez, que intentamos continuar con nuestras vidas, aunque muchas otras vidas se han apagado y se siguen apagando en este instante. Afortunadamente, reconozco con profunda gratitud, hasta el momento, ni yo mismo, ni personas de mi familia, ni de amigos cercanos, hemos tenido que padecer con el diagnóstico de Covid-19. Eso de por sí, es toda una tranquilidad que fortalece en la medida que reafirma la necesidad de continuar cuidándonos y siguiendo las recomendaciones, a pesar que el temor permanezca latente.
Han sido un poco más de cuatro meses, escuchando día a día sobre este tema, que como cualquier otro tema propio de la adversidad, puede encontrarse en múltiples voces y diferentes acentos y significados de expertos, científicos y académicos que se han consagrado en el estudio y el desenmarañamiento de la ciencia en la búsqueda de una vacuna o al menos un tratamiento un poco más efectivo que esperanzador. Pero también, voces de eminencias y otros personajes que han salido a minimizar la pandemia como una simple gripe o a extrapolar las otras voces como exageradas, generando no sólo confusión sino atizando al miedo y a la ignorancia. A la vez, voces de elocuentes periodistas y refinadas editoriales que saturan de información de todos los anteriores, rumiándola con un interés genuino de entretener y mantener el rating, reproduciendo otras voces precoladas de redes sociales, de gente del común, de artistas, coaches e influencers, y además, de los políticos y los religiosos. Y por supuesto, voces de empresarios, mercantilistas y sabelotodo que como impulsivos mercachifles y oportunistas han aprovechado para revender aguas benditas, curas plateadas y otras consagraciones y medicamentos, que lo curan todo o al menos apaciguan la ansiedad.
En general, todos nos encontramos escuchando y re-emitiendo voces sobre el tema, bien sea para reafirmar, oponernos, ofrecer otra perspectiva o simplemente continuar, tanto que algunos nos hemos vuelto más “expertos” que los mismos expertos y más sabios que los sabios de otros tiempos. Porque, pedagógicamente, es precisamente el tema no más que la “excusa” de significado para conversar y poner en relieve nuestras distintas perspectivas en el saber, otra cosa es vivir el tema.
Y han sido un poco más de cuatro meses, viviendo día a día sobre un asunto propio de la finitud humana y del mundo de la vida, en los que se han manifestado múltiples aproximaciones, complejas experiencias y diversos sentidos que van, en términos de la salud, desde el cuidado de sí y de los otros, en el cambio de costumbres sociales como el saludo de mano y de beso, en el distanciamiento social, la restricción de visitas, la cuarentena voluntaria en algunos lugares y obligatoria en otros, hasta el cierre de escuelas, fábricas y otras instituciones públicas y privadas no esenciales, de aeropuertos, ciudades y fronteras. A su vez, los sentidos de lo esencial han resaltado tareas, oficios, roles y disciplinas que eran consideradas poco meritorias social y sobretodo capitalmente, pero que por sus características de satisfacer necesidades básicas a los ciudadanos han constatado su relevancia en el afrontamiento de esta pandemia. Han sido considerados como trabajadores esenciales y hasta héroes: Desde los profesionales de la salud, los médicos, las enfermeras y los especialistas, quienes exponen su propia salud y muchos han perdido la vida en ello, aún con mínimas garantías de insumos de autocuidado, con la escasez de recursos de los sistemas de salud en el mundo, con la subvaloración prestacional de sus profesiones y algunos de ellos con la amenaza latente de contagiar a sus seres queridos. Igualmente, los trabajadores del campo, que siembran con paciencia y conocen la dinámica de la madre tierra y, a pesar de los azares del cambio climático, preservan sus cultivos para proporcionar alimento a las ciudades. Los tenderos, cajeros y personal de supermercados y farmacias. El personal de restaurantes y por supuesto, de entrega de domicilios. Así como el personal de la limpieza en los hospitales, las calles de las ciudades, etc. Entre otros, como el personal de seguridad tanto privada como de los Estados. Lo esencial es invisible a los ojos, señala De Saint-Exupéry, pues estamos ante esta forma de visibilidad.
Ahora bien, la adversidad saca a flote lo mejor del ser humano. La compasión, como la premisa desde la filosofía, especialmente, desde las postulaciones de Shopenhauer, Nussbaum, Mélich, entre otros. Y es la constante en la mayoría de los medios de comunicación y las redes sociales en estos momentos como la necesidad de visibilizar la solidaridad entre unos y otros. Por ejemplo, ante la falta de insumos de cuidado para el personal hospitalario, muchas personas desde sus propios recursos y habilidades han tenido la iniciativa de hacer mascarillas caseras y donarlas a hospitales y centros de ancianos. Otras personas dueñas de peluquerías han donado guantes que tenían en sus reservas. Fábricas y universidades se han dedicado a hacer respiradores artificiales para los hospitales. Artistas no afamados y otros reconocidos, han hecho conciertos desde sus ventanas para animar la cuarentena de sus vecinos, otros en vivo y por medios se han sumado a conciertos para recoger dinero para ayudar a los más necesitados. La ayuda se ha manifestado en cientos de voluntarios que entregan medicina y comida a los ancianos en sus casas, en los sitios de entrega de comida y mercados. La responsabilidad ha aparecido en algunos gobernantes que han defendido la salud de sus ciudadanos cerrando aeropuertos de manera preventiva, presionando por los recursos locales, construyendo planes de contingencia, etc.
Esta adversidad nos ha producido un profundo dolor, al que no le hemos hecho duelo aún, millones de personas han muerto y siguen muriendo. Tienen rostro, no son sólo cifras que día a día aumentan. El sólo hecho de que ya no están produce dolor, sus vidas ya no regresarán, su finitud ha cesado. Y Puesto que nuestra condición humana, como dice Mélich, es una condición vulnerable y necesitada de compasión, a la que Nussbaun (2001) desarrolla como “emoción dolorosa ocasionada por la conciencia de infortunio inmerecido de otra persona”. Infortunio que es considerado como grave y malo, no meramente trivial, inmerecido y desproporcionado y que me hace vulnerable en la persona del otro, porque también a mí me puede pasar. Literalmente, esta adversidad ha sacado a flote la hospitalidad de la humanidad, es decir, en el cuidado de otro, ha resurgido la compasión. La adversidad, es promotora de la compasión por el que está y por el que se ha ido.
Pero también, y en esta línea, la adversidad saca lo peor suyo a través de la discriminación, la ignorancia, el miedo y la maldad, según Nussbaum, la adversidad promueve también otras emociones como el rechazo, la vergüenza, la envidia y el resentimiento, que se convierten en obstáculos para la función ética de la compasión. Esto ha podido registrarse en diferentes formas: De rechazo directo, en los ataques al personal médico en los medios de transporte, cuando les han negado el acceso a un supermercado o les han dejado letreros amenazantes o poco comprensivos, e incluso, cuando los han desalojado de sus hogares. Además, la adversidad en esta pandemia, ha exacerbado en la cuarentena obligatoria, el riesgo de la violencia intrafamiliar, el maltrato infantil, la violencia de género y en general, la violencia social. Existente mucho antes de la pandemia, pero que ahora, podría escalonar en una crisis humanitaria tremenda y no solo a nivel salud y salud mental, sino también a nivel social. Por ejemplo, en EE.UU. se ha disparado la venta de armas durante este tiempo, precisamente, frente al miedo de una visión apocalíptica de sobrevivencia del más fuerte o el mejor armado.
De maneras sutiles, en el acaparamiento de insumos de limpieza en los supermercados, la reventa y los sobrecostos de los productos a pesar de las multas existentes; y ni se diga, de aquellos que “usan” sus guantes y mascarillas y los botan en la calle o en el carrito del supermercado y no en el cesto de la basura. Así, como de quienes se fueron de paseo a pesar de las advertencias, o no tomaron medidas de cuidado de sí o de otros y luego terminaron contagiando a muchas personas e incluso a sus cercanos; sin dejar de pensar en aquellos, que no previeron la gravedad de este asunto con tiempo y se quedaron varados en muchas partes del mundo, y ahora solicitan una salida humanitaria.
Además, con todo lo anterior, la adversidad visibiliza la corrupción de los grupos políticos que se aprovechan de la necesidad de los ciudadanos, la mezquindad de pescar en río revuelto, la búsqueda del beneficio mayor a costo de los ciudadanos más necesitados, tanto a nivel macro, en las políticas estatales que aprovechan la crisis para beneficiar principalmente a las grandes empresas y al sector financiero, y muy poco a las pequeñas empresas o a las familias. Manteniendo la brecha de injusticia social. E igualmente, a nivel micro estatal, donde hay denuncias en las cuales gobernadores y alcaldes colombianos han realizado contrataciones (tradicional modus operandi) con costos inflados de los mercados que llegarían a las personas más pobres y en otros lugares ni llegarán, pues las listas son falsas.
No obstante, la adversidad llega sin mediar aviso, se mantiene latente, aunque reservada, y su voz no parece amenazante hasta que lo es. Arrancó con los primeros casos en lugares remotos de nuestro contexto inmediato. ¡Eso por aquí no llega! Y llegó. Ahora, se encuentra en nuestras calles y nuestros hospitales. ¡Eso es sólo una gripa común! Y los tratamientos no funcionan ni hay vacuna aún. ¡A mí no me va a pasar nada, soy sano y fuerte! Y los más afectados son nuestros familiares y otras personas con alto riesgo. ¡Que se acabe esta cuarentena, que estoy aburrido con este encierro! Y la curva de contagios vuelve a subir. Dice el banquero y el empresario: ¡Que nos vamos a quebrar si no quitan la cuarentena! Y los que siguen muriendo son los “héroes” y los más vulnerables!
La ignorancia de creerse invencible e inmune frente a lo que le sucede al mundo, permanece hasta que la adversidad toca a nuestra puerta y allí cesa toda clase de prepotencia.
Wilson Mape Vanegas
Psicólogo
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